Monday, November 7, 2011

Donde habita el lamento

A Darkos “el gusano” le habían dicho que todavía era demasiado joven para asistir a la ceremonia, aún faltaban muchos ciclos lunares para que eso pudiera pasar, y ni siquiera había pasado el rito de iniciación. El asintió cabizbajo, intentando ocultar una sonrisa que se le escapaba. En cuanto se quedó solo en su habitación, levantó la mirada traviesa hacia el respiradero, -ja! -Dijo al vacío- Esos pequeños respiraderos que horadaban las cuevas de la Gran Rahlé, y que permitían circular el aire por toda la ciudad, eran los mismos por los que él era capaz de colarse y arrastrarse. Formaban un laberinto interminable, pero él ya sabia como llegar a la cámara donde habita el lamento, ya había llegado hasta allí, y aunque estaba vacía en su inmensidad, ahora se había propuesto volver para ver la ceremonia, nadie le iba a decir lo que tenía que hacer...

Darkos el gusano


Después de serpentear como un gusano, y tras perderse y encontrarse más veces de las que jamás reconocería, Darkos llegó a su destino. Se encontraba asomado a uno de los cientos, si no miles, de respiraderos en aquella inmensa cámara. La cámara mas profunda en la ciudad de Rahlé, que había sido bautizada como el lugar donde habita el lamento. Allí, en el corazón de Rahlé, se hacían las ofrendas a El Caído, en La Gran Llaga, que continua directa hacia las entrañas de la tierra. Allí, alrededor de la gran fosa sin fondo, se arremolinaba casi toda la ciudad esperando a que comenzara el ritual. Darkos se acurrucó allí, a la espera, mirando hipnóticamente el tintineo de luz de los molucks1.


Alguien dio una señal, y el murmullo general desapareció poco a poco en la cámara donde habita el lamento... Apareció Kuzmal2 en el altar central del palco, y la multitud, apenas iluminada por molucks y las pocas antorchas estratégicamente colocadas, se arrodilló al unisono. Acto seguido aparecieron ellos, los cinco reyes, los Pentarcas de Rahlé, que se sentaron en sus oscuros tronos irradiando una luz espectral.

 Los Pentarcas de Rahlé

Una voz metálica y profunda salio tras la elaborada máscara de Kuzmal, mientras se extendía con potencia por la inmensa cámara:

“Somos los pentarcas... nosotros estuvimos, nosotros estamos, y nosotros estaremos...”
La muchedumbre entorno a la gran llaga repitió en una letanía: “...nosotros estuvimos, nosotros estamos, nosotros estaremos...”
“Vivimos en la noche eterna de un cielo sin estrellas...” -Continuo Kuzmal, cuando se acalló la letanía- “...vivimos en el abismo de la muerte oscura... vivimos en el dolor continuo de La Gran Pérdida... y vivimos felices sirviendo a Rahlé, pues su regreso está cerca... Hoy Rahlé, aquí, en la cámara donde habita el lamento, te oramos y te ofrendamos de nuevo dolor y muerte. Nuestro dolor para que mitigue el tuyo, y la sangre de los Akhur3, para que se rediman de sus pecados...”

“!Traed a los Akhur!” -Rugió la voz metálica de Kuzmal.

Kuzmal "La Voz"

Un escalofrió recorrió a Darkos de arriba abajo, mientras veía como decenas de personas, hombres, mujeres, y niños que no parecían rahelitas, eran colgados por los pies de arneses alrededor de la Gran Llaga. A su vez, los Rahelitas, hombres y mujeres, se despojaron de la parte superior de sus ropas y quedaron desnudos de cintura para arriba, todos y cada uno de ellos empuñaba su lamento4.

“Nosotros lloramos por ti, oh Gran Rahlé, y te ofrecemos nuestro dolor para mitigar el tuyo, y la sangre de los Akhur para que se rediman de sus pecados, acepta el dolor y la sangre, acepta el dolor y la sangre,...” -comenzó a repetir Kuzmal.
Lo que sucedió a continuación, se quedó marcado a fuego en la mente de Darkos, un horror coral, como una pesadilla colectiva en la que la gente comenzó a flagelarse con sus lamentos mientras repetía una y otra vez “...sangre y dolor, sangre y dolor,...”. A su vez, los monjes rahelitas se encargaban de que los desafortunados Akhur, colgando boca abajo como peleles cualquiera, hicieran su respectiva ofrenda de sangre, utilizando sus guanteletes de afilados y acerados dedos... la sangre caía a borbotones corriendo lenta como la melaza por las paredes de La Gran Llaga.

“Somos los pentarcas... nosotros estuvimos, nosotros estamos, y nosotros estaremos... Rahlé al karuth5... Rahlé al Karuth... RAHLÉ AL KARUTH...” -continuaba sin parar el cántico de La Voz.
Allí se dejó el pequeño Darkos su niñez y su cordura, y “el gusano”, como le conocían, no paró de arrastrarse para salir de allí, y se arrastró y se arrastró,... y cuando pudo corrió y corrió, y no paró hasta que días después unos mercaderes Beshu le encontraron en el desierto medio muerto. No paraba de repetir Rahlé al Karuth, Rahlé al Karuth... sus ultimas palabras antes de fallecer fueron: “Yo estuve donde habita el lamento”.
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1- Molucks: una especie de luciérnaga gigante que puede llegar a alcanzar el tamaño de un perro pequeño y los 3 kilos de peso.
2- Kuzmal: “La Voz” en idioma rahelita.
3- Akhur: los que caminan alegres bajo el sol, o los que no quieren ver la verdad, depende del escriba que realice la traducción.
4- Lamento: un pequeño látigo corto de cinco flecos de cuero negro endurecido.
5- Rahle al Karuth: “Rahlé volverá” en idioma rahelita.

La Gran Pérdida

Yo, Marcus Korey, os voy a contar como empezó todo... os voy a contar la historia de La Gran Pérdida...

Marcus Korey (monje rahelita)


Cuentan las leyendas, que antes de que el hombre fuera hombre, en Evaldaric vivían los Alados, de extraordinaria belleza y poder. Cuentan las leyendas que por aquel entonces solo había luz en Evaldaric, pues el Gran Demiurgo, creador del todo y de la nada, gobernaba vigilante y sin descanso el mundo a través de sus hijas, Sol y Luna, a las que tan celosamente quería que las convirtió en dos esferas gigantescas de fuego, para que así ninguno de los Alados pudiera acercarse siquiera a ellas. Sol y Luna iluminaban Evaldaric continuamente para dar calor y protección a los Alados. Cuentan las leyendas que Rahlé, el mejor de los Alados y el favorito del Gran Demiurgo, comenzó a cortejar a Luna, y su amor, al ser correspondido, se tornó tan fuerte que le protegía de las llamas cada vez que yacían juntos en su lecho de amor. Cuentan las leyendas que cuando el Gran Demiurgo les descubrió, entró en una cólera tal, que su voz se convirtió en muerte, y a una palabra suya, Rahlé el bello, Rahlé el osado, salió disparado contra la tierra de Evaldaric, esa tierra que los Alados nunca habían pisado. El impacto fue tal, que abrió un enorme cráter de una profundidad insondable en la tierra. Luna entristeció tanto por la perdida de su amor, que se convirtió en un astro blanco y frío, pues ya no quería ni iluminar ni dar calor al resto de los Alados, y así nació Noche, hija de Luna y de Rahlé. Los Alados, para no disgustar al Gran Demiurgo, le dieron la espalda a Luna. Cuando Noche o Luna llegaban, corrían a esconderse y cerraban sus ojos para no verlas. Así que solo salían a vivir felices cuando estaba Sol presente. A esos los llamaron los Akhur... “los que viven felices bajo Sol”. Y aquí, en La Gran Llaga, en el mismísimo lugar donde Rahlé cayó, donde sucedió la Gran Pérdida, es donde fundamos la gran ciudad de Rahlé, para llorar su dolor, adorarle y esperar su regreso... Rahlé al Karuth1!


1- Rahlé volverá!

Rahlé (el primero entre los Alados)